Confesiones de otoño en un Starbucks en Sofia.

Y un día decidí emigrar.

Estaba todo bien hasta que en vuelo decidí ver COCO.

Lloré todo el vuelo.

No era consciente de que estaba yendo solo, sin plata y sin idioma a uno de los países más caros y complicados del mundo.

Fue excelente decisión, la vida me regaló la oportunidad de hacer una escuelita de hebreo donde tal vez no fui un buen alumno (porque soy un bardo) pero no se imaginan lo felices que fuimos durante la cursada.

Me encontré con mis dos hermanos de la vida (Cookie Monster y Bazterrica Lynch), me mude a una casa de puta madre a una cuadra del mar, me enamoré, me desenamoré y conocí a gente increible que hoy también me acompaña.

Nuestro día a día se había convertido en una sucesión de aventuras, real, era juntarnos todos los días y vivir, esa es la palabra: VIVIR.

Después tuvimos que asumir una vida mas “adulta” pero la realidad es que seguíamos haciendo pendejadas todo el tiempo.

Después vino la oscuridad: COVID, el periodo post-COVID, una crisis en el High-Tech y ahora una guerra contra el terrorismo.

Ahora me toca (temporalmente) volver a emigrar, no se a dónde y no quiero, pero es lo que me toca y lo tengo que aceptar.

Solamente pido que este próximo capítulo sea todavía más espectacular, especial, loco, lindo, dulce y divertido que el que ya pasó.